Segunda mano.
Corazón suicida vacila entre tus caricias deseando arriesgar
en esta partida. Esta vez no tiene un as debajo de la manga, sólo un puñado de
taquicardias descontroladas provocadas por tus manos en mi cadera. Se apuesta
tres veces por semana que es capaz de olvidarte y acaba perdiendo las
veinticuatro horas del día. Y yo, cansada ya de partirme las costillas en cada
caída libre, he decidido que esta noche voy a jugar a la ruleta rusa. Así de
una vez por todas me inmolo el pecho y evito ponerme cardíaca cada vez que
recuerdo lo bien que quedan mis besos en tu cuello.
Se regala corazón suicida por exceso de arritmias diarias.