Estuve allí el tiempo suficiente como para que me acompañara
hasta aquí la duda;
la que es única y son todas.
Miraba mis piernas plegadas, como tallos pisoteados, hechas
del mismo entorno que me esculpe y me dibuja.
El paisaje es un mantel arrugado donde dioses comensales
despiden en su lenguaje a un astro ruborizado que se escurre bajo la mesa.
El estanque está lleno, me gritan las poesías cuando suenan
ya iguales, cuando nada traen, cuando sólo transportan silencio y caen
desconchadas de mis labios como otoños de cal en paredes viejas.
Me descubro entonces en la desgracia de sabernos seres de
belleza limitada, vedados, excluidos de los dones del rebosar.
Mi trasero exclama que no es piedra ni gárgola, que es hora de huir y
desaguar.
Me siento de vuelta como una hormiga en el mantel, como esas
que intento no pisar. Pero es tan complicado, hay tantas, que parece un delito
el tener que moverse y desearía flotar;
como este aire que empieza a lamerme los huesos. Este que también hiere.
…todo hiere
…soy una herida que hiere
A lo lejos la esperanza de una boca que no me sepa asesino -o
al menos que me absuelva por un instante-, viste camiseta sangre y pasea del
brazo de una anciana.
Entre el divisarnos y el cruzarnos sea quizá cuando se nos
esfuma toda existencia, en esos pasos convertidos en niebla, donde inventamos
vidas impalpables que no sucederán.
Por fin llega.
El deseo de reconocernos en otras pupilas deja un rastro de
muerte, de hormigas pisoteadas.
Y si nos fijamos…si nos fijamos.
Parece prácticamente automático el resorte que nos hace
querer poner a resguardo, de alguna posible masacre, un pedazo de corazón en
nuestro bolsillo. Para asegurarnos así que algo quedará intacto tras los
desbocados, ciegos y ebrios, pisotones de la vida.
…todo pisa
…soy una huella que pisa
Puede que hayas sido tú el causante, el saboteador. Y que de
un certero zarpazo, ese miedo casi desapercibido que latió, te haya arrebatado
el derecho de reflejo en esas pupilas, ahora extrañas y ajenas, que quedan tras
de ti.
No habrá ya nadie que me consuele hoy. Tendré que dormirme -o
intentarlo- reconociéndome homicida otro día más. Y vuelvo a prestar toda mi
atención a las hormigas, para no cargar más cadáveres a mis espaldas.
Estuve allí el tiempo suficiente para traerme hasta aquí esa
duda que son todas. Que aquí vierto para que me quepa más belleza mañana:
Esas pupilas que se cruzaron, esas pupilas tan ajenas como
las mías,
¿habrán asesinado tanto como yo?
…todo sueña
…soy la pupila que se sueña