¿La mejor persona?
Quizás puedas pensarlo,
tienes todo el derecho,
pero te estarías alejando
de la realidad.
Creo que deberías centrarte
en el sinsentido que constituye
querer rectificar algo de tu pasado,
sobretodo las niñerías
(estúpidas niñerías).
Como me digo siempre a mi mismo
lo mejor que puedes hacer
es centrarte en lo bueno,
en lo que te ayude a estar aquí,
y que pienses que si cambiaras
un átomo de tu pasado,
es posible que muchas cosas buenas
dejen simplemente de existir.
A veces cuesta valorar
esa fragilidad que tiene el presente,
claro que en tu caso puede que
la valores mejor que muchos
(nótese que formo parte de "muchos").
Así que sí,
es triste la situación que te rodea,
es triste tener que explicar,
y es posible que ande divagando
sin acercarme si quiera a comprenderte,
pero estás viva
porque respiras
y porque ríes,
así que yo al menos,
doy gracias por ello.
¿Gracias a quién?
A ti misma
que de pequeña lloraste
y fingiste como cualquier niña,
pero que gracias a ello,
estás hoy aquí.
A él le abrumaba sus andares de Cenicienta, su sonrisa cada
mañana y el océano que tenía por ojos. Podría haber pescado cualquier resfriado
en uno de esos maremotos que su mirada provocaba cada noche durante la cena,
antes de empezar a devorarse el uno al otro. Prefería ver las olas en sus
pupilas antes que en un apartamento en primera línea de playa, sin aire
acondicionado, seguro.
A ella le temblaban las manos cada vez que se encontraba
algún suspiro entremezclado con un puñado de yo no voy a enamorarme, pero sin embargo, te quiero. Tenía los pies
sobre la tierra y cambiaba de rumbo si veía en el horizonte que ya salía el sol
y que aún dormía en la misma cama con el hombre que le había hecho sudar más de mil
horas aquella noche.
Todo hubiera sido más fácil si la noche fuera día para él y
el día fuera noche para ella. Él se estremecía si no la veía amanecer, ella lo hacía
si pensaba que era amor todo aquello. Así que él se pasó los días en vela
esperando a que ella regresara y ella se pasó las noches viendo amanecer buscando las
coordenadas exactas de su miedo, para no volver.
La suerte, ¿creéis también en ella? Es una construcción
social más, como todo lo que nos rodea. Otra etiqueta añadida para sentirnos
seguros, o para encontrar las causas que respalden a nuestras inseguridades. La vida
duele, señores, el amor a veces no tanto. Se puede vivir sin amor pero no sin
vida (exacto). Porque aunque a veces cueste aceptarlo, la vida ya es muerte
desde el momento cero. Somos puro trámite, somos camino con destino. La muerte
no es el final de la vida sino que es la vida el inicio de la muerte.
Mientras
tanto, ¿de qué sirve el lamento? Dolerá igual todo si lloramos, o gritamos.
Pensad que, al menos, si aunque duela sonreímos, quizás y sólo quizás haremos
que el resto sonría, disminuyendo así su dolor. Y podremos hacer un poquito más
fácil su viaje vital, aunque el nuestro, no lo sea.
¿Escribirías algo que hablara de la vida?
Quiero hacer un vídeo de mí para animar a mi madre...
o un dibujo, no sé...
Y sé que tú eres la mas mejor persona
para escribir algo en equipo
Es que no creo que nadie sepa
lo que es la vida hasta que casi la pierde;
Somos así de gilipollas...
Nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Yo de pequeña fingía estar enferma
para que mi madre se fijara en mi...
Si tuviera una máquina del tiempo
me daría de hostias.
Ahora mi madre está mal...
Yendo al psicólogo y todo... Por mi culpa
Y yo muero con dolores y hemorragias...
Y la gente se queja porque no le combina la ropa...
Se que no te he dicho de que quiero que hables...
Pero es lo que siento...
Me pillas ahora en un momento d dolor...
Me siento atada con esto
y cada pequeño detalle es un mundo...
Poder pasear sin que me duela es sentirme viva
y las cosas se aprecian siempre cuando no las tienes.
No puedes saber lo que significa poder correr
si antes no te han privado de ello
y, personalmente, me esta afectando
porque no soy capaz de que nadie sufra por mi.
Explicarle a un niño de once años por qué llora su madre...
Llora por miedo...
En el fondo somos unos cobardes.
No, no era tan difícil explicar qué pasaba. ¿Tú no sentías
mariposas en el estómago? Deberíamos haber desayunado. Te lo dije. Pero es que
es estabas tan guapa que era imposible recordar nada.
Tengo que comprar pan, tengo que comprar pan, tengo que…
tengo… te… tu sonrisa. Y así hacía alarde de mi poca memoria y de mis ganas por
besarte. Cualquier rincón era excusa. Daba pasos de gigante hacia tu boca y aún
así el camino era interminable. Tanta distancia recorría que llegó diciembre en
primavera.
Ocho segundos hacen falta para enamorarse. A mi me sobraron
tres semanas. ¿Recuerdas? Por quererte quise poner en prosa todo lo que era
beso, o al revés. Cada vez que te preguntaba con qué rimaba corazón tú
comenzabas un debate sobre el frío que hace en Rusia y lo magnífico que sería abrir allí un negocio de estufas. Yo sólo podía pensar que hasta los polos se derretirían si te encontrara cada noche al otro lado de mi almohada. Así que te callaba con risas a deshora y, al ver el movimiento de tus labios, me daba cuenta de que cualquier
intento de verso era un error, si tú, amor, ya eras poesía.