Las musas vienen, manchan las sábanas y se van. Yo no las
llamaría putas. A veces dejan un poema mal rimado. Por eso no las llamaría
putas. A veces no dejan ni eso, sólo una marca de pintalabios que dicta un hasta siempre como sentencia. Las musas
no son putas, la puta es quien se quiere follar a la musa. Y encima se cree
poeta.
El mundo está lleno de musas, pero no de poetas.
En este momento una musa se quita los restos de rímel de la
cara. Seguro que hay otra devorando el desayuno con tal delicadeza que parece
una situación estudiada. Hay una que se pone las bragas, otra se las arranca. Hay
musas que leen por las mañanas, que adoran el sexo por las mañanas, que se
duermen por las mañanas.
Ella no es musa. Pero de todas, ojalá ella piense en mi por las mañanas.
Las musas no son putas, es puta quien se quiere follar a la musa.
Yo
soy la más puta
pero sólo en la cama
sólo con una mujer.
He empezado a creer en lo divino cuando está entre mis
piernas. Una palabra suya, bastará para
ponerme cachonda.
Y es que no tengo que medir lo que digo cuando de ella se
trata. Podría usar adjetivos para enmascarar que es erótico todo lo que hace.
Hasta cuando ama. Y joder qué bien lo hace. He leído a oscuras los mandamientos
en su piel. He grabado a fuego mis pecados. No
volveré a enamorarme dije hace tiempo, el
amor mata. Ahora sólo quiero que me destroce una y otra vez porque siempre
estará para resucitarme.
Las musas vienen,
manchan las sábanas
se van.
Pero
ella siempre se queda.
No es musa.
Ni puta.
Ni vas a follártela.