Hay más niebla que pájaros en la cabeza. Hay legañas y no
llegan mareas. Por mucho que me ponga bonita, son casi las diez de la mañana y
otra vez no apareces. Me acicalo las pestañas y aprieto todo lo que me duele a
la altura del estómago, para confundir la tristeza con las patadas de un
rinoceronte o con mi vértigo a los aviones. Quizás todo esto es culpa del otoño
que ha pasado sin pena ni gloria y yo, soldado sin ejército, si pierdo quiero
que sea a lo grande. Como aquella noche sin tregua donde nos dio por inventar
historias de esas que nunca se van a cumplir, pero te hacen pasar los días con
la cabeza bien alta, aunque la dignidad esté tirada en el suelo junto a un par
de bragas.
Tengo el alma en punto muerto y hasta respirar es
complicado, pero si mañana vuelve a salir el sol, quizás al atardecer te
encuentre.