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a raya



  
Tenías esa extraña manía
de creer que si le ponías voz   a todo lo que deseabas 
- a todo lo que te daba miedo -
se cumpliría

Y así cerrabas cada poema
con tres estúpidos puntos suspensivos
intentando no emitir sonido
para mantener el silencio.

Si es verso, es etéreo
así no viene
arañarme
el alma
infectando hasta mi aire
con sus manos 
manchadas
de todo el deseo que nos debemos
de cada suspiro que se escapa.

Debería estar prohibido morir
- de amor
amor -
de esperas llenas de resaca
mezclando tu ausencia con vino barato
con pies de cemento.

Coraza de paja
he soplado esperando a que te cumplas
y de tanto procrastinar
ya no queda nada.
 

Hoy duermo desnuda
- me he limado hasta las lágrimas -
quizás así aparezcas
sin pedir cita previa
para meter en dedo
en la llaga.

El arte de nuestra no conversación


"El arte de nuestra no conversación"



El original:
"El arte de la conversación", René Magritte

De vuelta a casa

Tus ojos piden ser aullados -con rabia, sin tacto, con ansias-

Por eso me acerqué a arañarte, a exhumarte, a pelar tu piel.

No es tanto los labios, sino la cavidad de la boca,

o más allá, los órganos orillados de rojo,

y la parte oculta en las costuras de las cicatrices.

De vuelta a casa fuimos dos taxidermistas bajo la lluvia.

Corrimos el riesgo a ser revelados del modo más feroz,

sin la sutil diplomacia de la radiografía,

con ese zarpazo, certero, experto y raudo, que con saña vuelve un calcetín.


Puede que nos gusten las primeras filas, allí donde salpican los latidos.


Si lo piensas, cuando se pasea sinceramente bajo la lluvia, quedamos a merced de la transparencia


…y del aullido del viento.

Mantequilla

Tú 
que has llegado de puntillas 
como quien despierta tempestades
me has enseñado que la perfección existe
aquí y ahora
hasta que la más absurda realidad nos separe.

Oportunidades



“De puro valiente me he vuelto temeraria.” No, así no.
“De puro valiente me has vuelto temeraria.” No, así tampoco.
No es justo echarme a mí toda la culpa, como tampoco lo es echártela a ti. Ni siquiera es justo hablar de culpa. Supongo que es algo simbiótico; de hecho, espero que sea algo simbiótico.

Ahora siento miedo. Aunque he aprendido que es normal tenerlo, que incluso los valientes tienen miedo.
Ahora siento miedo, pero del bonito; ese miedo que no paraliza, sino que te empuja a hacer temeridades. ¿Qué ironía, verdad?

No hablemos de (in)decisiones.
Ni de culpas.
Ni de miedos.
Hablemos de oportunidades.

Corazón de tinta y pulmones de acuarela.
Respiras arte.
Respirarte.
Tener la oportunidad de hacerlo.

18 de diciembre



Iba a escribirte, amor mío, quizás los versos más tristes del mundo, quizás las palabras más melancólicas que jamás ningún náufrago mandó en una botella. Pero he de decirte que hoy me he dado cuenta de que sé nadar. Por mucho que aguante el aire bajo este mar de malos momentos, de noticias amargas y de lágrimas ajenas, puedo llegar a la superficie, y respirar.

Quiero decirte, amor mío, que este año no era el mío ni el nuestro. Sin embargo, hemos sobrevivido. A base de errar y de caminar, hemos sobrevivido. Cada caída no nos destroza, nos construye. Creemos que con cada golpe nos hacemos añicos y no nos damos cuenta de que crecer se basa en aprender de los errores y superar, día a día, las caídas.

A todos, a los que esperaban hoy una poesía o una canción de desamor dedicada a la más bonita de las miradas, he de deciros que un no cumpleaños no es todos los días. Y me voy a permitir dar las gracias a los que en este año han sido parte y todo. Porque no es lo mismo que pase un año a superar 365 días.

Gracias por ser calma
y balsa
Sonrisas
Llantos
Traspiés
Corazonadas
Corazones
Y nada.

He descubierto que las heridas no son historias tristes en el diario de nuestro cuerpo que releer cada domingo por la tarde cuando no encuentras la película adecuada. Ni la película ni otros pies debajo de la manta. – Ya sabes, amor mío, que soy experta en construir excusas baratas.- 

Y aunque no queramos creerlo, lo único implícito en las cosas que comenzamos es su final.

Tic, tac...




Tic, tac. 
No dejas de comprobar el reloj. 

Tic, tac. 
La cuenta atrás acelera el corazón. 

Tic, tac. 
Hace tiempo que no decides sólo tú. 

Tic, tac. 
¿Cable rojo? ¿Cable azul? 

Tic, tac. 
Los miras, pero sabes que no los vas a cortar. 

Tic, tac. 
Por momentos incluso los quieres arrancar. 

Tic, tac. 
Aunque de nada sirve ya. 

Reconócelo: no pararás hasta oír el “BOOM” que destruya tus tímpanos y tu integridad. 

Tic, tac. 
Tic, tac. 
Tic, tac.
Continúa la cuenta atrás.