Clavos
“Un clavo saca otro clavo.”
Y es que no entendía lo de los clavos. Quizás
esta es la razón por la que el universo ha decidido poner las cartas sobre la
mesa.
Y quien dice ‘mesa’, dice ‘por todas partes’.
Fue el día en que relaté aquel cuento que no
hicimos nuestro cuando apareció el primer clavo a mis pies. Como si hubiera
caído de mi cuerpo, como si hubiera sido expulsado de él por tratarse de un
cuerpo extraño. “Bonita casualidad”, pensé, sin más, sin saber que en realidad
era una manera de decirme que ya no había lugar para aquel frío trozo de metal,
que hasta entonces había estado incrustado en mi interior. No había lugar para
él ni para el dolor que ocasionaba.
Cuál fue mi sorpresa al descubrir, el día en
que escribí sobre nuestras ciencias celestes, un segundo clavo justo a mis
espaldas. Tras un instante de desconcierto, una risa nerviosa inundó la
estancia. “¡No puede ser! Sencillamente no puede ser…”, me decía a mí misma
mientras examinaba el nuevo clavo que, curiosamente, era de mayor tamaño que el
primero. Lógico, ya que la herida que este había provocado era de dimensiones
considerables: había hecho falta mucho tiempo y esfuerzo para desalojarlo. Mis frenéticas
carcajadas denotaban que había captado el mensaje.
Universo: valiente y astuta ramera… Supongo
que he de estarte agradecida por estos guiños que me brindas.
Comentarios
Publicar un comentario