De vuelta a casa
Tus ojos piden ser aullados -con rabia, sin tacto, con ansias-
Por eso me acerqué a arañarte, a exhumarte, a pelar tu
piel.
No es tanto los labios, sino la cavidad de la boca,
o más allá, los órganos orillados de rojo,
y la parte oculta en las costuras de las cicatrices.
De vuelta a casa fuimos dos taxidermistas bajo la lluvia.
Corrimos el riesgo a ser revelados del modo más feroz,
sin la sutil diplomacia de la radiografía,
con ese zarpazo, certero, experto y raudo, que con saña
vuelve un calcetín.
Puede que nos gusten las primeras filas, allí donde salpican
los latidos.
Si lo piensas, cuando se pasea sinceramente bajo la lluvia,
quedamos a merced de la transparencia
…y del aullido del viento.
Comentarios
Publicar un comentario