Punto de no retorno



Le quedaba bien cualquier cosa. Las ojeras provocadas por su cabezonería por no dormir para soñar despierta. Hasta el barullo de pensamientos que inundaban su cabeza cada vez que se duchaba, le quedaba bien. Sabía combinar perfectamente el insomnio con el color de sus labios, que fueron los causantes de alguna catástrofe. Seguro que fue un tsunami. Incluso cuando terminaba de atarse los cordones estaba preciosa, con aires de grandeza al contemplar su obra maestra. Un papel protagonista en la última de Woody Allen, o en la penúltima. El punto y aparte de cualquier canción de Bowie. El vértigo de Baumgartner cuando pensaba que quizás no se abriría el paracaídas. Agnes para Kundera. Le quedaba bien cualquier cosa. El ruido de los raíles cuando pasaban todos los trenes que perdía. No le importaba perder trenes, ni oportunidades. El aire entre su pelo. El aire entre su falda. El aire entre sus piernas. En ese momento cerraba sus ojos y sabía que todo era perfecto.

...y en ese instante, habíamos llegado al punto de no retorno.

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