Sin escamas en los hombros
ni aceite en las manos
seducido por la luz
esbozo una enorme sonrisa.
Era de noche
y tarde me atrevería a decir
pero mi estómago rugía
-no pienso atreverme a mentir-.
Más cegado que la codicia
reposaba
iluminado y anonadado
escuchaba.
Y no estabas,
pero no importaba
más que una noche en mi cama
ya que mis atronados oídos
de placer casi lloraban.
Se erizaron las puntas
y las raíces
y la cintura
y las pestañas.
Con una alegría plena
al ver nacer en la oscuridad
una centésima de día
reflejado en la humareda
y una risa sarcástica
al ver que no estabas cerca.
Imagen original
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