Reloj de arena

El lunes se convertía en pesadilla para vengarse de todo el odio que le profesamos al domingo. Ella seguía con sus idas y venidas, absorta en mitad de la nada. Imaginaba cómo era la manera más perfecta para quitarle la pila a su reloj de arena. Lo mismo así no se para. De pronto llaman a la puerta. Sigiloso mover de manivela. Es la realidad, llega sin avisar, entra y la zarandea. Ella se coloca el pelo con exquisita precisión y observa que no ha sido capaz de parar el tiempo y que debe girar de nuevo el reloj. Una de cal y otra de arena, y sigo sin saber cuál es la mala y cuál es la buena. No hay tempestad que pueda con Ella ni beso mal disparado aunque Alemania comience otra guerra.  

Si hay que jugar escojo el bando de los perdidos,
de los que siempre dejan en cualquier lado la cabeza.
Es mejor tener los pies fríos
y la boca en la tierra.
Así se me olvida el sabor de las lenguas muertas,
de la saliva prohibida en el agujero más profundo de aquella tristeza
donde perdí otra batalla de tus manos contra la pared
y mis dedos…
en tu espalda.
Pensando en lo perfecto del infinito en tu mirada y  yo
Yo…
Yo…

…ya no recuerdo nada.

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