(In)justicia


Justicia perdió la venda que tapaba sus ojos y, conteniendo una lágrima, me sentó en un platillo de su balanza; con su mirada parecía decirme “esperaba no tener que encontrarnos otra vez”. Hablamos durante horas, en un vano intento de convencerla para que fuera benevolente. Pero el destino se antojaba inevitable: el platillo contrario comenzaba a pesar más que cualquier contrapeso que yo pudiera ejercer en el mío.


Y así, salí despedida hacia quién sabe dónde. Aún más lejos, si cabe, de cualquier oportunidad que pudiera haber tenido. 



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