Fustigamiento en re menor
Era
justo la hora en que el sol se reflejaba en la ventana del edificio de enfrente,
pero hoy no le molestaba. Tenía los ojos demasiado ocupados. Apretados y llenos
de lágrimas, lo único que sentía era ardor en los párpados.
La
locura se adueñó de su cuerpo al escuchar de nuevo aquella estrofa y la envolvió
en un continuo escalofrío. Como un mantra infernal, repetía aquellas frases una
y otra vez, deshaciéndose en sollozos y suspiros.
Cayó
al suelo rendida y, sin fuerza alguna, pulsó el botón de replay.
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